Cuando se termine la función y salgas a la calle, la nieve debajo de tus zapatos y los copos destellando en tu cara, el siniestro brazo que te acompaña, no duda, en recordar, fangoso momento.
El climax de una tragedia se viene gestando desde hacía 40 minutos, a media película, cuando la infidelidad cinematográfica empapó bordo bajo sus pestañas.
No dura más lo que se mantiene atado con cinta, y la virulana solo raspa hasta que se llena de mierda. Y ahí vas a seguir tu, orgullosa y letal, que cuando no escupes veneno, lo lloras, y lastimas tu fugaz carita.
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